lunes, 14 de junio de 2010

ODA AL NONNO

Sería bonito poder empezar con algo así como: "siempre supe que tarde o temprano necesitaría un espacio propio...". Pero estaría mintiendo. Así que empezaré por la verdad, que no es otra que jamás precisé de un sitio especial para escribir, que las ideas me bullían en cualquier parte, que malogré miles de servilletas de esas tan finas que no te limpian la boca, garabateando con lo primero que se me ponía a mano.
Pero la niña creció y plasmar frases sueltas, pensamientos veloces en un papel, no se parece en nada a poner en pie una historia, dar vida y relieve a unos personajes, a enlazar su día a día con coherencia empujándolos hacia un objetivo concreto, quitándoselo de las manos cuando casi ya lo tienen... No. Cuando escribir novela se convirtió en afición necesaria para respirar, cuando de ahí pasó a ser "cuasiprofesión", en ese momento, mi alma me exigió sutil: "¡Niña, que te busques un boquete donde te puedas concentrar!"
Y hete aquí que yo que me he vuelto muy hippy (eso dice mi amiga Pilart) y ya tiré la toalla con los rollos de la decoración doméstica, me vi feliz diseñando lo que sería mi rincón: de nombre, Londoria. Plagado de velas color vino. Con las paredes doradas y flores negras salpicadas en justo número. Negro y dorado los complementos, negras las cortinas de flecos que permitirían a la luz filtrarse juguetona. Pero una vez más, todo eso no estaba sino en mi imaginación. Yo no soy buena pintando ni manejando el taladro. Londoria quedó postpuesta por los siglos de los siglos.

Ocurrió que mi nonno vino a visitarnos: ese hombre robusto, fantástico, incansable y saludable que nunca te niega un favor, a cuyas habilidosas manos nada se resiste. Y le hablé de Londoria. Y se puso a ello. Y bajo la dirección de su saber, la fría habitación se tornó cálida, las paredes se convirtieron en metal precioso, las flores se apropiaron de mi mesa, el espejo veneciano que tanto significado tiene, saltó a la pared y ahora me recibe cada día cuando entro. Llegaron las cortinas, las estanterías y una lámpara del siglo pasado que no puede ser más bonita y me alumbra con el mismo color de las paredes. Londoria es tan preciosa que a veces pienso que lo único que allí desentona, soy yo.
Y todo gracias al nonno, al que me acogió como hija desde el día mismo que nos conocimos y al que yo adopté como padre. Es duro criarse sin padre, que me lo digan a mí. Aprendes a ser fuerte, independiente y autosuficiente, pero te queda el hueco. Siempre dije que si tuviese que elegir uno, sería inmenso, de cuerpo y de corazón, como él; con manos sabias que aman la tierra, con el conocimiento de la naturaleza y el mensaje de las estrellas. Un hombre conectado a su manera, grande como un árbol protector que te cobija bajo la tormenta. Cuando mi nonno anda cerca, sé que nada puede ir mal. Él primero te tranquiliza. Luego, te lo soluciona.
Gracias nonno, va por ti.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Les ha encantado amor! No paran de repetirmelo... senk u :)

 
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