Despedimos un 2012 peliagudo que si no ha fulminado a
la civilización humana con un "mal rayo que nos parta" ni con un
meteoritazo en la azotea, anda muy cerca de conseguirlo, creando la crisis
financiera más absurda que una mente enferma, diseñar pueda. No voy a repetir
en qué consiste el boquete financiero porque el dato es ya del dominio público
y no me gusta ser cansina (no más de lo imprescindible). Tampoco repetiré que
los ciudadanos estamos pagando la deuda derivada de los garrafales errores de
otros cuando nadie abona las nuestras (procedan de equivocaciones o no), porque
también lo saben hasta los gorriones. Mi pregunta es si la actual y ridícula
situación de hoy responde a un plan
maquiavélico para sumir al ciudadano medio en la absoluta pobreza o, en su
caso, conducirlo a la demencia, porque cuando se juega a pitorrearse de la
inteligencia de la gente, cuando se la ofende y el ofendido nada puede hacer
por resarcirse, el sentimiento de frustración e impotencia es tan brutal, que
puede llevarte a la locura.
Andaba yo desayunando en compañía de violas y
violines, de las más dulces flautas y de un señor muy peripuesto que movía los
brazos con elegancia meneando su batuta y pensé: ¡qué hermosura una orquesta!
¿Qué es lo que la hace grande? ¿Por qué suena tan rematadamente irresistible?
La conjunción. El complemento. La
simbiósis entre todos los músicos. La retroalimentación del magnífico acorde.
Que nadie ponga en duda las capacidades de un solo instrumento, uno por sí solo
basta para hacernos soñar y transportarnos pero cuando más de uno fusionan sus
esfuerzos en armonía, el resultado es arrebatador.
Así, y no de otro modo, es la sociedad humana. Nos
bastamos en la individualidad, afortunadamente, pero somos excelsos cuando nos
unimos. El momento en que un brazo desnudo se agita en el aire hasta topar con
otra mano extendida a la que se aferra, es mágico. Y las dos extremidades
buscarán y enlazarán una tercera, y así sucesivamente formarán una cadena de
poder que los llevará a conseguir grandes cosas. Contemplando su progreso, la madre naturaleza aguarda turno, esperando a que deseen contar con
ella para la sublime construcción.
A ese mundo de hermosas posibilidades y no a este,
turbio y seco, quiero pertenecer. A mi Pandora particular que no es un sueño
improbable, ni un engaño, ni una quimera. Es una realidad tan palpable como el
fluir de las venas que recorren nuestros cuellos de humanos estafados. Aprender
que el que ayuda se ayuda, que los ratos muertos que provocan enfermedad se
llenan acompañando a otros más solos y desgraciados. Que la comida vuelva a
ser comida, que un paseo junto al mar sea de nuevo el mejor (y más barato) de
los entretenimientos, que la inocencia, el sentido del humor y la bondad regresen como valores en alza y no como algo que ridiculizar. Que quienes llegan al poder se
preocupen por aquellos a los que gobiernan. Que el contacto con la naturaleza
nos reviva y nos alimente…
Esos son mis deseos para el nuevo año. Algunos, diréis, muy difíciles de lograr, lejos de mis pobres posibilidades. Pero ya ando socavando obstáculos, preparo cambios en mi entorno más inmediato, coloco los cimientos de mi Pandora para 2013 y comienzo… por cambiar yo misma.
Felicísima entrada de año, de corazón. No lo llenéis
de magníficos propósitos. Elaborad ya
los planes para conseguir vuestros fabulosos fines. El movimiento se demuestra
andando.
0 comentarios:
Publicar un comentario