sábado, 10 de septiembre de 2011

LA VIDA MEDIA DE UN LIBRO


Vamos corriendo a todas partes. Vivimos acelerados. Triste consecuencia de tanta prisa son los valiosos minutos que se escurren de entre los dedos. Nos derrumbamos exhaustos al final del día, incapaces de pasar lista al rosario de actividades desarrolladas a toda velocidad entre el desayuno y el sándwich del almuerzo; no hemos merendado y no quedan energías para hacernos la tortilla de la cena. Estoooo… ¿merece la pena?

Porque ese tremendo sinvivir lo arrastramos al resto de nuestras parcelas vitales. Los padres a sus hijos. Y los empresarios, a sus negocios. ¿Y cómo iban a librarse los libros si cuando la soga se quiebra siempre lo hace por la parte más débil? Eufemismos aparte, España no es que sea el país donde más se lee precisamente, de ahí que si algo estrepitosamente se desmorona, no tarda en alcanzarnos a los que nos dedicamos al noble oficio de juntar palabras. La pregunta que lanzo al aire es:

¿Cuál es la vida media de un libro?

Yo os lo digo: unos 3 meses.

A alguno le parecerá una barbaridad, vemos los mismos libros en las estanterías y escaparates de las librerías mucho más tiempo del que acabo de señalar, años, diréis; cierto, pero es que no me refiero a los fenómenos que de repente se convierten en best-seller, ni a aquellos por los que su editorial apuesta en serio dedicándole todo un lanzamiento cuidadosamente planificado a distintos niveles; hablo de la desgraciada media, de la vida comercial, de la oportunidad que por lo general se le otorga a un libro.

El proceso se inicia cuando tu distribuidora te presenta en sociedad, como “novedad”. Esa etiqueta, en el supuesto de que entres por el ojo y te soliciten (decisión en la que entran en juego todo tipo de prejuicios, desde renombre de la editorial, últimos fiascos, valor del autor, etc…), te concede el beneficio de la duda entre dos y tres meses durante los cuales, en el mejor de los casos, estarás “a la vista”.

No te hagas muchas ilusiones, estar a la vista no significa estantería de los más vendidos, ni siquiera de los recomendados; tampoco te garantiza un escaparate. Todo lo más, una mesa, un lugarcillo lejos de los rincones donde tu preciosa portada luce llamativa y feliz cual cría pequeña. Y en esos 3 someros meses, las ventas han debido moverse. De lo contrario, te arrinconarán allí donde eres difícil de ver y los lectores no podrán sentir el mordisco del amor a primera vista porque no se toparán contigo salvo que acudan a la librería bien pertrechados de datos y pidan la obra en cuestión, por propia iniciativa.

Hay pues, que aprovechar ese tiempo al máximo, buscando promocionar el libro de la mejor manera posible. Si trabajáis con una editorial grande, no participaréis seguramente en el proyecto debido a que ellos ya tienen su propio y previo sistema y cada vez que NO veas tu libro en el lugar que le correspondería, se te retorcerán los higadillos. Si tu editorial es pequeña y tienes la oportunidad de charlar con el editor, hacerle propuestas, encamínalas allí donde te sientas más a gusto. Si disfrutas recitando, organiza recitales, meriendas con lecturas de trozos de tu novela, léela en la radio. Si no te encuentras bien delante de una cámara, si te cuesta hablar en público, limita estos actos que no harán sino perjudicarte. Trabaja en lo que te provoque entusiasmo porque irradiarás una energía especial que podrá palparse y transmitirás a los que te acompañan, tu fe en tu obra, tu entrega al crearla, el sentimiento que atesora entre sus páginas.

No te ofusques como se ofuscan algunos al ver su libro desaparecer de la mesa de “novedades”. Por simples cuestiones de espacio, nuestras librerías están convirtiéndose (es una generalización, desde luego) en muestrarios de novedades que nos enseñan lo recién publicado para que tomes nota, hagas tu lista de deseos y luego vayas y lo pidas. No tardes mucho, si las ventas no se activan, muchos impacientes devolverán el libro al distribuidor sin haber abierto más de una caja y con el tiempo, si el fenómeno se repite, hasta es posible que lo descataloguen.

Es posible que la forma clásica de vender libros empiece a quedarse caduca y tengamos que reinventarla. ¿No os parece?

 
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