Bienvenida semana, una vez más, y procuremos entrar con el mejor estado de ánimo, que luego la cosa se alarga, y se alarga, y se alarga… y nos damos contra la pared desesperados por no poder encogerla.
Estooo… de la motivación hablaremos en otra ocasión.
Hoy nos detendremos en ciertas críticas que algún@s vierten en las redes sociales, en el apartado "comentarios" de Amazon, en cualquier sitio y lugar donde su a veces bien calculado veneno pueda gotear y causar estragos. Puede parecer un tema manido y trillado, yo misma lo veo así, pero dado que continua ocurriendo, que la gente no aprende, que se siguen arruinando días que podrían ser felices por causa de cinco líneas anónimas (o no tanto) que pisotean tu trabajo de la peor manera y que aún duele, dado que algunos de los que lo hacen pueden no tener mala intención, creerse incluso que le hacen un favor al autor y que es el ego descomunal de este el que lo conduce a la rabieta y al llanto… Dado que muchas cosas siguen necesitando de explicación y análisis… ¿Por qué no? Vamos a hablar acerca de ello.
Esos dioses todopoderosos y castigadores, dueños del bien y del mal, deciden opinar… Ay, omá, qué susto…
Rara vez he oído a nadie quejarse por una crítica negativa, que mereciera, con franqueza, ser llamada crítica: por su objetividad, su profesionalidad, por tener la suficiente entidad y estar bien montada. Es decir, que se ajusten a lo que vulgarmente llamamos "crítica constructiva". Y sumaría "respetuosa". Las críticas chungas, pocas veces se refieren a la calidad de la narrativa, la agudeza de los diálogos, al acierto o desacierto de la estructura, la psicología de los personajes… No.
Estas "críticas" a las que nos referimos no pasan de ser opiniones. Personales, por más señas. Y vertidas en público. Por ello, terriblemente dolorosas.
Si nos encontramos con una verdadera crítica que puede mejorar la futura obra del autor, responsable y considerada, aunque sea negativa, seamos sinceros, la mayoría de los autores con los pies en la tierra no se lo toman a mal. Aún está por inventar la obra que fascine a todos por igual, el bestseller entre los bestsellers, que cruce fronteras y allá donde vaya, triunfe como la San Miguel.
¿O era la Cruzcampo?
Umm… Buenas cervezas ambas…
A ver si nos enteramos de una vez, que los aplausos y las alabanzas, sobre todo si son falsas o por compromiso, no nos hacen ningún favor. Mis amigos, mis verdaderos amigos, degüellan mis obras, van con lupa en busca de lo que no encaja, de lo que chirría, de lo que puede ser mejorado. Eso sí, desde el cariño, que una es sensible y tiene corazoncito. Pero también tiene vergüenza torera y quiere mejorar. Si mis personajes son incoherentes, mis estructuras caóticas o mis diálogos de chiste, necesito saberlo para trabajarlos. Si me recompensan un trabajo mediocre o malo haciéndome la ola, mi próxima novela será más de lo mismo.
¿Eso es lo que queremos? Sentíos libres de responder, puede ser que sí, que muchas personas que escriben no tengan la menor intención de currárselo en plan profesional más allá de lo que les sale en versión 1, y ¡qué carajo! Están en su derecho. Que si en algo no estoy de acuerdo es en la topiquísima frase hecha "la obra cuando se publica deja de ser del autor y pasa a ser propiedad de los lectores".
¡NOL! ¡No estoy de acuerdo! La obra es y será para los restos, propiedad exclusiva de quien la ha escrito. Los demás podremos leerla, degustarla o vejarla, defenderla o quemarla, hacer cábalas acerca de sus mensajes ocultos, juzgar a los personajes, aventurar interpretaciones… Pero solo el autor, sabrá realmente qué quiso decir con esta u otra situación, con esa frase aparentemente fuera de lugar. Solo quien los parió entiende a sus personajes y podría defender su incoherencia, su infantilidad, su imperfección.
No la creé, no puedo explicarla
¿Por qué duelen estas opiniones? ¿Solo porque no son positivas? ¿Es el ego tremendo del autor, como dicen muchos, que prefiere arrancarse los ojos a tener que soportarlas? Alguna vez, puede que sea eso. Las menos, os lo aseguro. Otras muchas, duele porque se vierten desde el desprecio. El desprecio, como dice una de mis protagonistas al inicio de su historia, no es solo una impresión. Es palpable, se puede tocar, está ahí, mirándote burlón. Algunas de esas "opiniones" que sus autores defienden como respetuosas, objetivas o en el libre ejercicio del derecho de expresión, molestan a cualquier ser humano sensible que las lea, aunque no hayan escrito la obra. Es comprensible que hieran a la madre o padre de la criatura.
Si le sumamos el agravante de la publicidad, que la ofensa sea pública y tu escarnio pueda leerlo cualquiera, que no disponemos de todas las herramientas psicológicas para librarnos del guantazo a nivel de la autoestima, el resultado no puede ser más punzante.
Ahora bien… ¿es conveniente compartir nuestro dolor en las redes sociales? Lo dejo a elección de cada cual. Personalmente, pongo en tela de juicio la benignidad de esta solución. Y es que por muy alentador que sea ver decenas de mensajes de ánimo y cariñoso cariño, pensemos que quien hizo la crítica demoledora con intención de tumbarnos, también está ahí, recreándose en nuestra pena, frotándose las manos por sus aciertos, preparando el próximo golpe mortal. Y si el enemigo es persona enferma, la guerra no tendrá fin. ¿Es lo que buscamos? Porque es lo que conseguimos al trasladar un asunto privado al peligroso océano de las redes sociales.
Abogo por releer, una y mil veces esa opinión, una vez pasado el berrinche con la familia o las amigas, en vivo y en directo, delante de un café o cerveza de los de toda la vida, donde podremos desahogarnos y despotricar a gusto, y buscar qué hay de verdad en esa aparente mentira. Si algo es aprovechable. Plantearnos qué no hay de cierto en ese charco de barro, que bien trabajado, pueda hacer mejor nuestro siguiente libro.
Saquemos del mal rato una lección. Y cuando recordemos al malhechor, lo que se nos vendrá a la cabeza será "gracias" en lugar de "hijademalamadre". Ligeramente mejoL.
Cuidado con los dueños de las cabezas que pisas al subir...
Así que no lo olvidemos. Podemos opinar. Y si estamos preparados intelectualmente para hacerlo, podremos hasta criticar desde un punto de vista literario. Pero os lo suplico, no olvidemos las formas. Pensemos por un momento en las horas robadas al sueño, a la familia, de esa persona que con la mejor intención de entretenernos, ha tecleado sin descanso e inventado historias pensando en nosotros. Con mayor o menor acierto, vale. Si no nos gusta, siempre podemos dejar de leerlo sin necesidad de contarle al mundo cuan horrible ha sido. Aprendamos a expresarnos con sensibilidad. Respetemos la ilusión del autor, sus lazos emocionales con la novela. Respetémoslos a ellos. Y seamos delicados. Cuesta lo mismo que ser crueles y desagradables y proporciona mejor karma. No olvidéis que con un poco de suerte, algún@s de los que hoy cortáis cabezas, mañana publicaréis...
Hasta la próxima semana, motitas y coraSones.
By Mota Rosa