A
veces creo que la vida es bruja y que las cosas dan vueltas y se esconden para
divertirme pero en el fondo están deseando que las descubra y suelte un
aguerrido “¡¡¡Te pillé!!!” ¿No os ha
pasado nunca que inventáis algo, o tenéis una ocurrencia y luego, pasado el
tiempo, cuando ya casi lo has olvidado te topas con un montón de información
fidedigna relacionada con tu invento? Datos científicos que demuestran que
aquello que emanó de tu absurda mente era realidad. O muy cercano a ella.
Cuando
hice un alto en mi saga de fantasía para respirar (quizá abrumada con tanta
magia y tanto encanto), desintoxiqué mi cajón de sastre con un montón de buenas
ideas. ¿Qué tal si convertimos las novelas en una charla con las amigas? Algo
así como esos ratitos de psico-terapia de grupo, como suelo llamar a las tardes
de café con mis queridísimas, llenos de vivencias alocadas, consejos y bromas y
mucho, mucho optimismo. No se puede negar que cuando nos despedimos, vamos
rezumando positivismo cual botijos. ¿Por qué no investigar, encontrar e
invertir en un estilo literario que provoque el mismo efecto?
No
voy a daros la vara repitiendo de qué va la colección “Mujeres de hoy” ni mis
psico-comedias. Y no voy a hacerlo porque detesto repetirme y ya hay una
entrada en este mismo blog. “Lo que escribo”, donde doy cumplida cuenta de cómo
se gestó la idea de la psico-comedia y en qué consiste. Dejo el enlace para
desmemoriados o nuev@s adquisiciones:
Lo
que nunca hemos tratado es la ¿ambivalencia? del término. ¿Chick-lit? ¿O
psico-comedia? Seguro que no os suenan ninguna de las dos. Yo conocí el
verdadero significado del primero, cuando buscaba documentación para una
conferencia:
Chick-lit
es un término que nace en América para definir un nuevo género literario
tremendamente ambicioso: conversar, analizar asuntos trascendentes de un modo
amable y divertido, eliminando esa nota de dramatismo que daña y bloquea.
(Silbido de admiración). Complicado, ¿eh?
Me
sorprendió la coincidencia entre tal definición y lo que yo pretendía con mi
recién inventada psico-comedia, entendida como:
Psico-comedia:
género o subgénero literario (la posición en la escala no me quita el sueño, lo
juro) mezcla de psicología (predominantemente femenina) y humor, que analiza y
trata asuntos cotidianos, conflictos y similares, de un modo positivo,
constructivo y optimista, tratando de subir los ánimos y aportar visiones y
soluciones no dramáticas.
La
verdad es que el término “Psico-comedia” surge casi por casualidad, de la
unión, como os digo, de psicología + clave de humor; una especie de autoayuda
novelada en clave e comedia con el que reír y reflexionar a un tiempo. ¿Os
suenan? Son mis lemas de estos años, el mantra que repito cada vez que ataco un
proyecto subsumible en esta categoría.
Pero
España no está habituada a aceptar conceptos nuevos y la “Psico-comedia” no fue
bien recibida. Desde los libreros asustados pensando que tendrían que inaugurar
una estantería solo para mis novelas, a las editoriales que no sabían dónde
encajarme; de las risitas malévolas a escondidas que seguramente me juzgarían
prepotente por tener el atrevimiento de parecer con algo nuevo, a la
indiferencia más absoluta.
Y yo
dejé de insistir en aquello de la psico-comedia, por tristeza, depresión y
aburrimiento y porque estaba mucho más ocupada vendiendo mis libritos uno a
uno, puerta a puerta cual distribuidora de AVON, que en hacer la guerra
semántica vía internet. Lo importante era que lo que escribía, como quiera que
lo llamasen, gustaba mucho. Que poco a poco crecían las huestes de fieles y que
las cartas y mensajes que recibía, junto con las reseñas críticas, eran tan
positivas que jamás, ni por un solo segundo, pensé en abandonar.
Y
aquí me tenéis. En la brecha. Como de costumbre.
Pero
a mis novelas las etiquetaron como “Chick-lit”. Y por ende, como subgénero de
la romántica.
No
me ofendo, todo lo contrario: adoro la romántica, las historias de amor son el
centro de mi universo, los que me conocen saben que soy una sensiblera
empedernida que llora como una becerra con los finales felices. Jamás creo que
escriba un libro sin final feliz. Me niego. Antes muerta y despellejada. Si he
de elegir un género al que me gustaría pertenecer, sin duda ese será la
romántica.
No
obstante, y refiriéndome a la mayoría del chick-lit por entonces publicado, divisaba
un abismo entre mis atípicas protagonistas y las de algunas autoras muy famosas,
cuya máxima preocupación es que se les descascarille el esmalte de una uña.
Entonces
voy y descubro el objetivo que en origen, al nacer, perseguía el “Chick-lit”
(claro que, bendito el que inventó el nombrecito, que más que un nombre parece
un mote burlón y que casa fatal con las elevadas aspiraciones del género. Se
cumplió la máxima de: si a un género, por muy difícil y elaborado que lo
propongas lo bautizas con un nombre ridículo, tenderá inevitablemente a la
degradación y al vulgarismo). Al amparo del “Chick-lit” (por muchos ignorado,
por otros rebautizado como “chirli”, “chirler” y similares) han ido surgiendo
obras de todo tipo que poco tienen en común más que el humor. Y paralelamente,
se le ha ido señalando como un subgénero de escasa calidad literaria, con
temáticas superfluas y livianas, absolutamente faltas de preocupación y/o
crítica social. No en vano, el término “Chick-lit” se traduce como “literatura
(“lit”)para chicas (pollitas o gallinitas, chickies, “chick”). Y lo uno
arrastra a lo otro y mientras algunas autoras se quejan de que por estar
encasilladas en él los lectores masculinos les huyen (no es, afortunadamente mi
caso pero lo comprendo y comparto), otras nos quejamos de que la gente que se
tiene por lectores “serios” nos esquiven catalogándonos de literatura
piscinera.
Ay, madredelamorhermoso, cuánto, cuantísimo
sufro… Si es que a este mundo literario se viene a resistir y a palmarla en
cuanto te descuidas. Y encima te vuelves masoquista y te gusta y te quedas…
Tengo que mirarme lo mío, esto no va bien…
¿Empezamos a cultivar el nuevo término? Psico-comedia. ¿Suena mejor?