Retomemos nuestro sueño donde lo dejamos. No sólo sigue siendo NUESTRO SUEÑO, con mayúsculas, sino que se convertirá en una realidad, vamos a trabajar por que lo sea.
Las terribles estadísticas nos aseguran que hay mayor probabilidad de que nuestro manuscrito sea aceptado por una editorial mediana o pequeña. No lo lamentemos, saquemos lo positivo del hecho: en ellas, los procesos de selección son más abiertos y simples, están menos mediatizados e incluso puedes permitirte un apretón de manos y un café con el editor en persona, lo cual dota al encuentro de una “humanidad” de la que a menudo, carecen los grandes monstruos de la industria, donde los editores llegan a convertirse en entes supremos e invisibles a los que rezar pero a los que jamás tocas. Conste que estoy generalizando; siempre; a lo largo de todo el artículo, me veo obligada a generalizar, pues (menos mal), hay excepciones para estas reglas, que nos gusten o no, son las generales. A la experiencia viva de muchos, me remito.
El problema de estas pequeñas “hadas madrinas”, que se han enamorado (por fin) de nuestra obra, confían en nosotros como autores y nos animan e incentivan, es la falta de presupuesto destinado a promoción y la acumulación de más autores de los que les es posible manejar. Con ello, advierto, no nos extrañe que no exista dotación financiera para publicitar nuestra obra, más allá de unos marca-páginas o el diseño de un cartel publicitario. Tampoco nos rasguemos las vestiduras si nuestro editor no nos acompaña a los actos de presentación y/o promoción. Imaginemos que en estas empresas modestas, el personal no suele sobrar y que resultaría imposible asistir a todas las presentaciones de sus ciento y pico autores, repartidos a lo largo y ancho del mapa de España. En lugar de enfadarnos, asumamos que nuestra obra es magnífica y que nadie como el propio autor para darla a conocer.
Más adelante, puede que en otro artículo, diseccionaremos métodos y maneras para hacer audible nuestra vocecilla tímida. De momento, sobra con que asumamos que esa tarea nos corresponde a nosotros, que es dura y sacrificada, pero que se nada sirve acometerla con poco espíritu o desde un enfoque pesimista y frustrado, resentidos por vernos obligados a asumir algo que en teoría (en nuestra teoría, más bien) correspondería “al vago de mi editor”. No.
Hay que cambiar el chip. Entender el porqué y el cómo, ya lo hemos razonado más arriba, e iniciar nuestra “ruta turística” con la máxima ilusión y esperanza. Si es cierto (y yo lo creo) aquello de que un libro saca de ti lo que ya en ti hay, no debe ser menos veraz aquello de que el libro que escribes, muestra mucho de tu alma. Si es nuestro mensaje, si es nuestro puño y letra cargado de intención, revistámoslo de propósito: que nos conozcan, que conozcan la obra. Por mucho que os extrañe, os diría que lo que menos importa en esta primera fase es “vender” o contabilizar los ejemplares vendidos, sino que el mayor número de personas posibles, conozcan nuestro trabajo. De ese modo, un consejo quizá importante a la hora de negociar las condiciones de edición (ya que en los tiempos que corren son pocos los que reciben un “adelanto” en forma de dinerito constante y sonante), es reclamar el mayor número posible de ejemplares gratuitos para regalar y adicionalmente, la facultad de comprar con descuento, ejemplares a la editorial, que a la vez revenderemos o regalaremos (sí, lo entiendo, duele, pero es necesario y funciona). Muchas veces ese primer ejemplar entregado a cambio de nada, gusta tanto que genera tres o cuatro ventas, ya que la persona que lo ha leído, lo recomienda o a su vez, lo regala. Pensad que un anuncio de pocos segundos en la radio local, por poner un ejemplo, sería infinitamente más caro.
Resumo, repitiendo que habremos de acometer la tarea de promoción (que es ardua, no nos engañemos), con humildad, bajándonos del “trono del talento” (yo lo tengo, yo soy capaz de crear, los demás no, de modo que yo me limito a mover la pluma y lo de vender, que lo hagan otros) en el que algunos (equivocadamente, a mi juicio) se suben, recordando siempre que nuestra obra es nuestro producto. De algún modo, desde una perspectiva moderna y de futuro, somos “productores, fabricantes” (de sueños, diría yo) a través de una obra que necesariamente, hay que vender.
Continuaremos. Un abrazo a tod@s!!
Las terribles estadísticas nos aseguran que hay mayor probabilidad de que nuestro manuscrito sea aceptado por una editorial mediana o pequeña. No lo lamentemos, saquemos lo positivo del hecho: en ellas, los procesos de selección son más abiertos y simples, están menos mediatizados e incluso puedes permitirte un apretón de manos y un café con el editor en persona, lo cual dota al encuentro de una “humanidad” de la que a menudo, carecen los grandes monstruos de la industria, donde los editores llegan a convertirse en entes supremos e invisibles a los que rezar pero a los que jamás tocas. Conste que estoy generalizando; siempre; a lo largo de todo el artículo, me veo obligada a generalizar, pues (menos mal), hay excepciones para estas reglas, que nos gusten o no, son las generales. A la experiencia viva de muchos, me remito.
El problema de estas pequeñas “hadas madrinas”, que se han enamorado (por fin) de nuestra obra, confían en nosotros como autores y nos animan e incentivan, es la falta de presupuesto destinado a promoción y la acumulación de más autores de los que les es posible manejar. Con ello, advierto, no nos extrañe que no exista dotación financiera para publicitar nuestra obra, más allá de unos marca-páginas o el diseño de un cartel publicitario. Tampoco nos rasguemos las vestiduras si nuestro editor no nos acompaña a los actos de presentación y/o promoción. Imaginemos que en estas empresas modestas, el personal no suele sobrar y que resultaría imposible asistir a todas las presentaciones de sus ciento y pico autores, repartidos a lo largo y ancho del mapa de España. En lugar de enfadarnos, asumamos que nuestra obra es magnífica y que nadie como el propio autor para darla a conocer.
Más adelante, puede que en otro artículo, diseccionaremos métodos y maneras para hacer audible nuestra vocecilla tímida. De momento, sobra con que asumamos que esa tarea nos corresponde a nosotros, que es dura y sacrificada, pero que se nada sirve acometerla con poco espíritu o desde un enfoque pesimista y frustrado, resentidos por vernos obligados a asumir algo que en teoría (en nuestra teoría, más bien) correspondería “al vago de mi editor”. No.
Hay que cambiar el chip. Entender el porqué y el cómo, ya lo hemos razonado más arriba, e iniciar nuestra “ruta turística” con la máxima ilusión y esperanza. Si es cierto (y yo lo creo) aquello de que un libro saca de ti lo que ya en ti hay, no debe ser menos veraz aquello de que el libro que escribes, muestra mucho de tu alma. Si es nuestro mensaje, si es nuestro puño y letra cargado de intención, revistámoslo de propósito: que nos conozcan, que conozcan la obra. Por mucho que os extrañe, os diría que lo que menos importa en esta primera fase es “vender” o contabilizar los ejemplares vendidos, sino que el mayor número de personas posibles, conozcan nuestro trabajo. De ese modo, un consejo quizá importante a la hora de negociar las condiciones de edición (ya que en los tiempos que corren son pocos los que reciben un “adelanto” en forma de dinerito constante y sonante), es reclamar el mayor número posible de ejemplares gratuitos para regalar y adicionalmente, la facultad de comprar con descuento, ejemplares a la editorial, que a la vez revenderemos o regalaremos (sí, lo entiendo, duele, pero es necesario y funciona). Muchas veces ese primer ejemplar entregado a cambio de nada, gusta tanto que genera tres o cuatro ventas, ya que la persona que lo ha leído, lo recomienda o a su vez, lo regala. Pensad que un anuncio de pocos segundos en la radio local, por poner un ejemplo, sería infinitamente más caro.
Resumo, repitiendo que habremos de acometer la tarea de promoción (que es ardua, no nos engañemos), con humildad, bajándonos del “trono del talento” (yo lo tengo, yo soy capaz de crear, los demás no, de modo que yo me limito a mover la pluma y lo de vender, que lo hagan otros) en el que algunos (equivocadamente, a mi juicio) se suben, recordando siempre que nuestra obra es nuestro producto. De algún modo, desde una perspectiva moderna y de futuro, somos “productores, fabricantes” (de sueños, diría yo) a través de una obra que necesariamente, hay que vender.
Continuaremos. Un abrazo a tod@s!!
5 comentarios:
Muy buen artículo; estoy totalmente de acuerdo con él.
Yo he publicado con una editorial pequeña y suscribo totalmente lo que dices. No hay que buscar vender si no comenzar a darnos a conocer como escritores.
Sólo nuestro trabajo continuado puede llegar a situarnos en lo alto.
Un abrazo
Hola compañero!! Me alegra de oírlo. Sé que somos muchos los que pensamos así y deberíamos asociarnos y trabajar juntos. Esta industria se desmorona y hace falta sangre nueva que impulse los cambios.
Otro abrazo para ti
Muy buen artículo. Animas a la gente a que no se "desanime", eso es lo importante. Espero la tercera entrega
Un besito
¡Genial!!!! Estoy totalmente de acuerdo. Ha llegado un punto en que si no eres famoso de la muerte o te espabilas o te pudres. Así de claro :-)
Me alegro de que "los nuevos" seamos tan luchadores y tengamos las cosas tan claras. No hay que tener vergüenza de luchar por lo nuestro. Creer en nosotros y en nuestra obra es, quizá, el primer paso hacie el triunfo. Besos!!!
Publicar un comentario