miércoles, 6 de marzo de 2013

EL PRÍNCIPE QUE NUNCA LO FUE



A veces, tu trabajo te impone tareas con las que no contabas, apuestas contigo misma, espinas clavadas que no te permiten relajarte. Es lo que me pasó al conocer a 4 personas víctimas de maltrato psicológico que acudieron a mi despacho en busca de consejo sobre un “improbable divorcio”. Y digo “improbable” porque 3 de aquellas personas, precisamente las que eran mujeres, llegaron tan reacias, tan arrastradas por voluntad ajena, tan ciegas de amor por sus maltratadores, que tuve la certeza de que no volverían (como así fue) y de que el tan necesario divorcio nunca sería una realidad (como supongo que ha sido).

El hombre, que ignoraba ser víctima de una maltratadora, siguió a mi lado, aceptó con humildad mis consejos y mi guía, ganó la custodia de sus hijos menores absolutamente desatendidos por una madre que los utilizaba como arma arrojadiza y solo cuando todo terminó, me permití explicarle con detalle lo que estaba convencida que le había pasado. Lo vi llorar como un niño, me conmovió, me pregunté si hacía lo correcto sometiéndolo a aquel escrutinio pero entender cómo y cuándo había perdido su autoestima en manos de una perversa manipuladora, liberarlo del temible complejo de culpa, era absolutamente necesario para pasar página y para que no volviese a repetir patrones equivocados de conducta y recayese con otra pareja cortada por el mismo e indeseable patrón.

El 98% de las víctimas de maltrato psicológico, si no son conscientes de lo que ha ocurrido, si no lo entienden, si nadie les explica que el problema no está en ellas sino en el verdugo, REPITEN, vuelven a caer en manos de un maltratador y así hasta 3 ó 4 veces o hasta la depresión crónica o el suicidio.

El maltratador psicológico (y voy a referirme a ell@s en sentido genérico, lo que diga en adelante sobre víctimas y verdugos vale tanto para hombres como para mujeres) también llamado perverso, es un ser mediocre y con muchas carencias; de autoestima baja que suele esconder bajo una apariencia de completa satisfacción consigo mismo que a veces, raya el narcisismo; inseguro; inteligente y manipulador; que obtiene placer (incluso similar al de tipo sexual) con el destroce y desmembramiento psicológico de su víctima; que como las urracas, acuden y se sienten atraídos por lo que brilla, que escogen lo mejor de cada casa: cuanto más valiosa es la presa, mayor es el reto y la satisfacción de verla machacada.

Así que si estás en proceso de desintoxicación de un perverso, si aún corres tratando de recuperar tu perdida autoestima, recuerda que te eligió precisamente porque valías.







Pese a todo son cobardes: tantean sutilmente a la víctima, si se les resiste o se revuelve, si consideran que no podrán con ella, lo más probable es que desaparezcan de su vida de la noche a la mañana sin ningún tipo de explicación, dejando al proyecto de víctima sumida en la confusión y la melancolía por “el amor que pudo ser y no fue”. Por supuesto, sintiéndose añorados y deseados también disfrutan pero no regresarán. Tienen demasiado miedo.

Escogen víctimas valiosas pero facilongas, personas que se sienten solas o abandonadas, con autoestima precaria (por el motivo que sea), que se estén recuperando de una pérdida o un fracaso (emocional, laboral, sentimental…) y se presentan ante ellas como el príncipe azul que les proporcionará placeres y sensaciones nunca antes conocidas; especialista en decir exactamente aquello que se quiere oír, son auténticos encantadores de serpientes.

Pero… ¿Y si tu príncipe azul viniera a destruirte?

En cuanto la víctima haya superado (con nota) los primeros tanteos, pruebas en apariencia estúpidas a que el maltratador la somete para determinar la altura de sus defensas, se dedicará con ahínco a la tarea (destructiva). La dominará (y la volverá loca) con una estudiada montaña rusa emocional en la que nada se deja al azar: sus reacciones desproporcionadas, sus bruscos e inexplicables cambios de humor, sus desprecios velados, sus humillaciones en público, seguidos de grandes alardes amorosos que te hacen creer que realmente le importas… Es tan habilidoso dando vueltas a las tortillas (que nadie lo entienda en sentido literal) que después de hacerle una enorme faena a su víctima (de hecho se las hace casi de continuo) logrará que esta se arrodille y pida perdón con humildad y sincero arrepentimiento. La convencerá de cualquier cosa, la aislará de sus amigos y parientes, de todo aquel que pueda abrirle los ojos y fortalecerla y ella acabará convencida de que la única persona que la quiere de verdad en el mundo es su verdugo.

Además, pensará que es de agradecer y casi un milagro con lo poco que vale… Porque a esas alturas él ya se ha encargado de grabar a cincel en su mente “soy casi una basura, no valgo para nada, debería estar agradecida al universo de que este ser maravilloso se haya fijado en mí y me soporte”. Él no desperdiciará oportunidad de recordárselo.

Las consecuencias inmediatas del maltrato psicológico, cuando la víctima ha caído bajo el control del verdugo, son, aparte de molestias físicas palpables (dolor de espalda, de cabeza, problemas intestinales) el bloqueo y el miedo. La víctima no es capaz de tomar decisiones sin consultar (o pedir permiso) a su maltratador (tan grande es su inseguridad) y teme perderlo y quedarse completamente sola (nadie la querrá), de modo que se esfuerza en complacerlo al máximo, ignorando que los perversos son personas genéticamente incapacitadas para ser felices, que nunca se sienten plenos o satisfechos. Cuanto más empeño se ponga, más críticas recibirá del maltratador. Cuanto más destruida la vea, más placer obtendrá él, de modo que también disminuirá su deseo sexual dando como resultado, el empeoramiento de la ya casi inexistente autoestima de la víctima, que piensa que ha perdido el atractivo y por eso no es deseada.

La terrible pescadilla que se muerde la cola. Si esa espiral de destrucción no se detiene, la depresión en la que queda atrapada la víctima puede conducirla al suicidio. De hecho, las estadísticas son alarmantes. Pero nadie habla de ello. El maltrato psicológico es invisible y por eso, el gran olvidado. Me prometí a mí misma que alzaría mi voz en defensa de estas víctimas silenciosas de las que nadie se apiada, a las que nadie atiende.

Escribí “Gato por liebre”.

Me movió la intención de ofrecer una novela amable, divertida (sí, por raro que parezca te ríes mucho con ella), que no produjese rechazo ni asustase; que abriera los ojos y resultara aleccionadora sin que la persona implicada o víctima, al leerla, pasara un mal rato. Por las cartas que recibo de mis lectoras y lectores, parece que lo he conseguido. Me alegro mucho. Si cumple su función, si a una sola de esas víctimas se le cae la venda de los ojos y consigue salir de esa relación altamente tóxica, con bastante información sobre lo ocurrido como para no volver a caer en las redes de otro perverso, con el suficiente conocimiento como para reconocerl@s al primer golpe de vista, el esfuerzo de 2 años habrá merecido mucho, muchísimo la pena.

Ahora solo queda que lo juzguen ustedes. Un único ruego: si conocen a alguien atrapad@ en esta tela de araña, no se lo piensen. Recomiéndenle el libro o mejor aún, regálenselo. El gesto tendrá recompensa segura y la satisfacción infinita de haber salvado una vida.

En cualquier caso, gracias.

Edición papel: www.reginaroman.com (envío gratis)

Edición digital:



sobre lo ocurrido como para no volver a caer en las redes de otro perverso, con el conocimientola persona implicada o v e inexpl


3 comentarios:

María Elena dijo...

Este aporte que haces sobre los maltratadores psicológicos es bastante clarividente. Pero lo que no termino de entender es ¿genéticamente incapacitados para ser felices? ¿Un maltratador es un enfermo imposible de sanar? Una forma de ayudar a erradicar esta otra lacra sería "rehabilitando" a estas mentes ¿¿no??

Regina Roman dijo...

No está confirmado que exista una patología que genere este tipo de conductas. No hay un "organo" (por así decirlo) que funcione mal y que pueda repararse. Son cadenas de consecuencias, personas con carencias que en lugar de aceptarlas y acudir a terapia, se dedican a destruir a los demás.

Existen también "maltratadores inconscientes" que se portan igual y provocan los mismos resultados en sus víctimas pero no lo hacen conscientemente, es más por seguir un patrón de conducta machista o equivocado.

El tema da para largo, no se pueden resumir tantos elementos en unas pocas frases. Hay que admitir, no obstante, que algunas conductas desviadas dificilmente se regeneran, como la de los violadores.

INES dijo...

VERAZ RETRATO DE MALTRATADOR Y MALTRATADO . GRACIAS REGI.

 
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