miércoles, 13 de marzo de 2013

CORAZONES HELADOS (I)




Poquito a poco, en este blog, vamos hablando de muchas cosas. Diseccionando aspectos de nuestra vida de mujeres especiales, maravillosas y sensibles, injusticias que nos enervan en general, protestas al más puro estilo periodístico... La psique femenina es tan, tan rica, nosotras somos tan, tan complejas, nuestro modo de ver la vida es tan, tan apasionante, pasan tantísimas cosas a diario, que supongo que me jubilaré dentro de muchos años antes de que el grueso caudal de posibilidades para este blog de mis amores y de mis entretelas se agote.

Por ejemplo. Un suponer. Sin ir más lejos, pa hoy mismo. ¿Qué os parece hablar de los CORAZONES HELADOS?
He dicho corazones, no melocotones. Que luego nos tachan de plagios y demás hierbas y no quiero problemas con nadie, que yo vivo muuuuy tranquila y feliz con mi conciencia (y con mis palmeras de chocolate).

CORAZONES HELADOS: dícese del estado en el que se encuentra el susodicho órgano de una mujer tras un fiasco o desengaño amoroso. Con-ge-la-do.
Dicho en castizo, "sin ganitas de ".
El motivo es el excesivo entusiasmo que las féminas ponemos en cada relación que promete. O que pensamos que promete. He ahí la cuestión. No sabemos nadar y guardar la ropa, somos de extremos; o lo uno o lo otro, o calvo o con siete pelucas. El proceso que se repite una y otra vez: chico conoce a chica, chico y chica sienten que se atraen, chico y chica superan las mínimas dificultades que supongan trabas a su amor (alguna ex pelasdrusca, ligeras dudas en cuanto a la tendencia sexual de cada cual, un padre o una madre pejigueras obstinado en meterse donde no le llaman...), chico y chica, por fin, consuman.

 Y cuando el tren empieza su andadura una no puede evitar hacerse ilusiones. En cuanto a la duración y la calidad del sentimiento, respecto de todo lo bueno que traerán las emociones, a lo mucho que creceremos pegaditas a nuestro príncipe azul... Dejamos de estar solas, desangeladas. Las noches de los fines de semana pierden un sentido y ganan tranquilidad; disfrutamos de otras cosas, la rutina amorosa nos envuelve, llegan los planes de futuro...
¡Ayyyy, omá! ¡Qué bonito tooo!
Mas de repente algo se quiebra. Los motivos son tantos y tan variados como en sí los humanos, no pienso enumerarlos. Pero el cuento de hadas se rompe, eso es lo decisivo. Y tras las primeras reacciones de incredulidad, resentimiento, negación, ira, culpabilidad, llegan las conclusiones, a menudo erróneas. Quizá la peor de todas, la más destructiva sea la sensación de haber perdido el tiempo con aquella apuesta.
A ver... Perder el tiempo no es terrible, en absoluto. El día en que dejemos de considerar los sucesos por los que atravesamos como "aprendizajes" necesarios, nos devorarán la ansiedad y la angustia. Qué mal rollo, ¿verdad? Qué negra perspectiva. No me cansaré de decirlo, la actitud con la que encaramos cada paso, los errores, las equivocaciones, determinarán el juicio sobre nosotros mismos y evidentemente, no es lo mismo sentirse "un fracasado" que "un ser en pleno crecimiento". Tener un concepto negativo de uno mismo, una visión altamente criticable del modo en que resolvemos nuestros conflictos, no ayuda en absoluto.

Si llegamos a la conclusión de que no supimos elegir, si entre lagrimones nos repetimos aquello de "soy una buenaza, una gilipollas, otro más que me ha engañado", puede que congelemos nuestro corazón para evitar que sufra. ¿Y qué consecuencias trae de la mano tan brillante resolución?

Lo resumiré en una sola palabra: chungo. Chungo, chungo.



Seguimos desentrañamos los misterios de los corazones helados la próxima semana. 

Quereos mucho, hermanas!!!

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