Poquito a poco, en este blog, vamos hablando de muchas cosas. Diseccionando aspectos de nuestra vida de mujeres especiales, maravillosas y sensibles, injusticias que nos enervan en general, protestas al más puro estilo periodístico... La psique femenina es tan, tan rica, nosotras somos tan, tan
complejas, nuestro modo de ver la vida es tan, tan apasionante, pasan tantísimas cosas a diario, que
supongo que me jubilaré dentro de muchos años antes de que el grueso
caudal de posibilidades para este blog de mis amores y de mis entretelas se agote.
Por ejemplo. Un suponer. Sin ir más lejos, pa hoy mismo. ¿Qué os parece hablar de los CORAZONES HELADOS?
He dicho corazones, no melocotones. Que
luego nos tachan de plagios y demás hierbas y no quiero problemas con
nadie, que yo vivo muuuuy tranquila y feliz con mi conciencia (y con mis
palmeras de chocolate).
CORAZONES HELADOS: dícese del estado en el que se encuentra el susodicho órgano de una mujer tras un fiasco o desengaño amoroso. Con-ge-la-do.
Dicho en castizo, "sin ganitas de ná".
El motivo es el excesivo entusiasmo que
las féminas ponemos en cada relación que promete. O que pensamos que
promete. He ahí la cuestión. No sabemos nadar y guardar la ropa, somos
de extremos; o lo uno o lo otro, o calvo o con siete pelucas. El proceso
que se repite una y otra vez: chico conoce a chica, chico y chica
sienten que se atraen, chico y chica superan las mínimas dificultades
que supongan trabas a su amor (alguna ex pelasdrusca, ligeras dudas en
cuanto a la tendencia sexual de cada cual, un padre o una madre
pejigueras obstinado en meterse donde no le llaman...), chico y chica,
por fin, consuman.
Y cuando el tren empieza su andadura
una no puede evitar hacerse ilusiones. En cuanto a la duración y la
calidad del sentimiento, respecto de todo lo bueno que traerán las
emociones, a lo mucho que creceremos pegaditas a nuestro príncipe
azul... Dejamos de estar solas, desangeladas. Las noches de los fines de
semana pierden un sentido y ganan tranquilidad; disfrutamos de otras
cosas, la rutina amorosa nos envuelve, llegan los planes de futuro...
¡Ayyyy, omá! ¡Qué bonito tooo!
Mas de repente algo se quiebra. Los
motivos son tantos y tan variados como en sí los humanos, no pienso
enumerarlos. Pero el cuento de hadas se rompe, eso es lo decisivo. Y
tras las primeras reacciones de incredulidad, resentimiento, negación,
ira, culpabilidad, llegan las conclusiones, a menudo erróneas. Quizá la
peor de todas, la más destructiva sea la sensación de haber perdido el
tiempo con aquella apuesta.
A ver... Perder el tiempo no es
terrible, en absoluto. El día en que dejemos de considerar los sucesos
por los que atravesamos como "aprendizajes" necesarios, nos devorarán la
ansiedad y la angustia. Qué mal rollo, ¿verdad? Qué negra perspectiva.
No me cansaré de decirlo, la actitud con
la que encaramos cada paso, los errores, las equivocaciones,
determinarán el juicio sobre nosotros mismos y evidentemente, no es lo
mismo sentirse "un fracasado" que "un ser en pleno crecimiento". Tener
un concepto negativo de uno mismo, una visión altamente criticable del
modo en que resolvemos nuestros conflictos, no ayuda en absoluto.
Si llegamos a la conclusión de que no
supimos elegir, si entre lagrimones nos repetimos aquello de "soy una
buenaza, una gilipollas, otro más que me ha engañado", puede que
congelemos nuestro corazón para evitar que sufra. ¿Y qué consecuencias
trae de la mano tan brillante resolución?
Lo resumiré en una sola palabra: chungo. Chungo, chungo.
Seguimos desentrañamos los misterios de los corazones helados la próxima semana.
Quereos mucho, hermanas!!!
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