martes, 11 de mayo de 2010

¿DEMASIADO CORRER?

CAMINANTE NO HAY CAMINO, SE HACE CAMINO AL ANDAR. Eso decía Antonio Machado y por usada que esté, la cita no deja de ser cierta. Nos movemos en un mundo de metas, de objetivos, donde nadie presta atención al camino, ni se entretiene en disfrutar las pequeñas cosas que surgen en nuestro alcance del fin. Lo que ocurre, claro está, es que si la meta no se logra, no hemos aprendido nada. Es como una carrera inútil, nos quedamos vacíos de contenido y de significado y llega la temible FRUSTRACIÓN.
Hoy día los libros duran un mes en las erstanterías. Si no se venden, se retiran. Las películas de cine, unas semanas en cartelera. Series de TV que han costado un dineral y de las que la productora tiene disponibles de trece a veinte capítulos, se retiran de la parrilla tras emitir un par de ellos. La excusa incomprensible, que no alcanzaron el límite requerido de audiencia.
Pero ¿cómo va a alcanzarlo, alma de cántaro, si nadie llegó a enterarse de que había serie nueva? si el televidente moderno necesita un GPS y un periscopio para orientarse entre las incesantes mareas de nuevos programas que se suceden a vertiginosa velocidad... Ya no hay clásicos. Nos hemos cargado los clásicos. El éxito de una canción dura lo que un chupachús en la puerta de un colegio porque enseguida está otra empujando detrás, en la cola. No conviene que nada dure demasiado, no nos encariñemos. Se glorifica lo vago, lo efímero. De otro modo no se explica que Lady Gaga esté en un tris de arrebatarle el título de "reina del pop" a Madonna. Apenas un año de meteórica carrera contra casi 20 de éxitos consolidados. Cielos... hay sitio para todos, así debería ser.
Y seguimos corriendo, corriendo, perdiendo el resuello, lenguas fuera, pulsos acelerados, caras sudorosas. Corremos por vivir, por acumular chismes inútiles, por estar al tanto de las tendencias (que por cierto, cambian más que la legislación fiscal). Nada perdura. Los ordenadores se quedan antiguos a los seis meses de comprarlos y la gente te mira con conmiseración si no llevas en el bolsillo el último aullido de teléfono móvil.
En fin... qué desgracia, digo yo, el no saber tomarse unos minutos de reflexión y ver qué pasa alrededor. En mi aventura personal, donde las metas se resisten, he aprendido a saborear cada pequeño logro, meditar a dónde me conduce, porque puede ser que mi sino y yo, vayamos en direcciones divergentes. Y sobre todo, lo que me gusta, me gusta y lo mantengo: mis viejas canciones, mis películas clásicas, mis amigos de toda la vida. Hay sitio para lo nuevo, queda sitio de sobra, señores...no se me arremolinen!!

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