jueves, 21 de marzo de 2013

CORAZONES HELADOS (II)



El terror a equivocarnos de nuevo es el freno infalible para dejar de vivir. Bloquea, impide tomar decisiones y es posible que nos mantenga mucho tiempo (a algún@s para la eternidad) dando vueltas de peonza alrededor de una minucia que deberíamos resolver con un chasquear de dedos.


¿Por qué lo permitimos?

Porque controlar el miedo es harto difícil y jamás nos han enseñado. Unos se escudan en que simplemente, no son personas valientes. De acuerdo. Pero no estamos hablando de hacer paracaidismo, ni puenting. Ni siquiera te propongo entrar en el Pasaje del Terror del parque de atracciones, tan solo de tomar una decisión: enamorarte de nuevo, confiar otra vez. No hace falta ser valiente, solo relajarse. Puedes ser igual de cobarde: se permite optar por vivir como un cagueta relajado.

Los corazones helados cometen varios errores. A saber:

- Juzgan a todos los pretendientes a amante (entendido en el sentido de “quien te ama”) con el mismo rasero: el que un limón venga agrio no quita las vitaminas que tienen los demás. Bueno, este ejemplo no acaba de convencerme. El que una manzana venga podrida no significa que todo el frutero lo esté.
Mejor, ¿no? Más claro.
¡¡Todos los hombres NO son iguales, leñe!!

- Están convencidos de que si no se enamoran de nuevo no volverán a sufrir: hay tantas formas de martirizarse y tantas cosas en nuestra febril rutina de vida que pueden hacernos sentir desgraciados, que los sinsabores del amor no son, ni mucho menos, los peores. Porque a diferencia de otras fuentes de sufrimiento, el amor nos regala momentos inolvidables que a veces compensan las lágrimas. Un jefe coñazo o un compañero de curro que se dedica a hacerte la vida imposible no te aporta ni un gramo de positividad, solo una úlcera por tener que tragarte lo que te gustaría soltarle. Piénsalo. Medita y saca conclusiones.

- Si se animan a comenzar alguna tímida relación, harán pagar al nuevo compañero por los errores del anterior y lo castigarán (sin motivo ni justificación) con el látigo del resentimiento por “lo que me hicieron”: es la mejor manera y la más rápida de condenar al fracaso una relación que comienza y que quién sabe qué futuro dorado podría tener. Es requisito imprescindible estar limpia y en lo posible, curada o en un estado avanzado de sanación, para iniciar algo nuevo. Lo de “un clavo saca a otro clavo” no funciona más que en el bricolaje (salvo que el 2º clavo no pase de ser un mero entretenimiento y lo tengamos bien, bien, repito bien, clarito).

¿Que nos han roto el corazón? Todavía podemos perder el trabajo, ver cómo el pu** banco se queda con nuestro pisito, perder a nuestra mascota o a un ser querido, accidentarnos con el coche… ¿Quieres que siga? Suena horrible, ¿verdad? El listado de cosas espantosas que pueden suceder es interminable y es que para morirse… solo hace falta estar vivo.

Recoge tus pedazos. Recomponte. Llora cuanto quieras (sin anquilosarte ni anclarte en el victimismo ni en tu desgracia). Dale la lata a las amigas (para eso estamos). No le hagas caso a ninguna, solo a tu corazón. Analiza lo que pasó sin pasión. No te eches la culpa: si él era un cerdo y no supiste verlo, él era un cerdo y tú eres un ser entrañable sin maldad. Si fuiste la causante de la ruptura, aun sin ser consciente de ello, repasa y toma nota de tus actos. Se trata de que vivas la ruptura como una lección de vida, no como un fracaso. Que saques conclusiones inteligentes que te ayuden a ser más sabia y a no cometer los mismos errores… la próxima vez que te enamores.

No dejes de creer en el amor. Cada historia es un mundo lleno de posibilidades. Tu yo sumado con otro ser humano, compone cada vez una realidad distinta y novedosa que puede sorprenderte hasta a ti misma. Niégate a ser un corazón congelado.

P.D. A veces es inevitable que los productos frescos, una vez descongelados, hayan perdido sus propiedades nutritivas y sus vitaminas. Ea.


miércoles, 13 de marzo de 2013

CORAZONES HELADOS (I)




Poquito a poco, en este blog, vamos hablando de muchas cosas. Diseccionando aspectos de nuestra vida de mujeres especiales, maravillosas y sensibles, injusticias que nos enervan en general, protestas al más puro estilo periodístico... La psique femenina es tan, tan rica, nosotras somos tan, tan complejas, nuestro modo de ver la vida es tan, tan apasionante, pasan tantísimas cosas a diario, que supongo que me jubilaré dentro de muchos años antes de que el grueso caudal de posibilidades para este blog de mis amores y de mis entretelas se agote.

Por ejemplo. Un suponer. Sin ir más lejos, pa hoy mismo. ¿Qué os parece hablar de los CORAZONES HELADOS?
He dicho corazones, no melocotones. Que luego nos tachan de plagios y demás hierbas y no quiero problemas con nadie, que yo vivo muuuuy tranquila y feliz con mi conciencia (y con mis palmeras de chocolate).

CORAZONES HELADOS: dícese del estado en el que se encuentra el susodicho órgano de una mujer tras un fiasco o desengaño amoroso. Con-ge-la-do.
Dicho en castizo, "sin ganitas de ".
El motivo es el excesivo entusiasmo que las féminas ponemos en cada relación que promete. O que pensamos que promete. He ahí la cuestión. No sabemos nadar y guardar la ropa, somos de extremos; o lo uno o lo otro, o calvo o con siete pelucas. El proceso que se repite una y otra vez: chico conoce a chica, chico y chica sienten que se atraen, chico y chica superan las mínimas dificultades que supongan trabas a su amor (alguna ex pelasdrusca, ligeras dudas en cuanto a la tendencia sexual de cada cual, un padre o una madre pejigueras obstinado en meterse donde no le llaman...), chico y chica, por fin, consuman.

 Y cuando el tren empieza su andadura una no puede evitar hacerse ilusiones. En cuanto a la duración y la calidad del sentimiento, respecto de todo lo bueno que traerán las emociones, a lo mucho que creceremos pegaditas a nuestro príncipe azul... Dejamos de estar solas, desangeladas. Las noches de los fines de semana pierden un sentido y ganan tranquilidad; disfrutamos de otras cosas, la rutina amorosa nos envuelve, llegan los planes de futuro...
¡Ayyyy, omá! ¡Qué bonito tooo!
Mas de repente algo se quiebra. Los motivos son tantos y tan variados como en sí los humanos, no pienso enumerarlos. Pero el cuento de hadas se rompe, eso es lo decisivo. Y tras las primeras reacciones de incredulidad, resentimiento, negación, ira, culpabilidad, llegan las conclusiones, a menudo erróneas. Quizá la peor de todas, la más destructiva sea la sensación de haber perdido el tiempo con aquella apuesta.
A ver... Perder el tiempo no es terrible, en absoluto. El día en que dejemos de considerar los sucesos por los que atravesamos como "aprendizajes" necesarios, nos devorarán la ansiedad y la angustia. Qué mal rollo, ¿verdad? Qué negra perspectiva. No me cansaré de decirlo, la actitud con la que encaramos cada paso, los errores, las equivocaciones, determinarán el juicio sobre nosotros mismos y evidentemente, no es lo mismo sentirse "un fracasado" que "un ser en pleno crecimiento". Tener un concepto negativo de uno mismo, una visión altamente criticable del modo en que resolvemos nuestros conflictos, no ayuda en absoluto.

Si llegamos a la conclusión de que no supimos elegir, si entre lagrimones nos repetimos aquello de "soy una buenaza, una gilipollas, otro más que me ha engañado", puede que congelemos nuestro corazón para evitar que sufra. ¿Y qué consecuencias trae de la mano tan brillante resolución?

Lo resumiré en una sola palabra: chungo. Chungo, chungo.



Seguimos desentrañamos los misterios de los corazones helados la próxima semana. 

Quereos mucho, hermanas!!!

miércoles, 6 de marzo de 2013

EL PRÍNCIPE QUE NUNCA LO FUE



A veces, tu trabajo te impone tareas con las que no contabas, apuestas contigo misma, espinas clavadas que no te permiten relajarte. Es lo que me pasó al conocer a 4 personas víctimas de maltrato psicológico que acudieron a mi despacho en busca de consejo sobre un “improbable divorcio”. Y digo “improbable” porque 3 de aquellas personas, precisamente las que eran mujeres, llegaron tan reacias, tan arrastradas por voluntad ajena, tan ciegas de amor por sus maltratadores, que tuve la certeza de que no volverían (como así fue) y de que el tan necesario divorcio nunca sería una realidad (como supongo que ha sido).

El hombre, que ignoraba ser víctima de una maltratadora, siguió a mi lado, aceptó con humildad mis consejos y mi guía, ganó la custodia de sus hijos menores absolutamente desatendidos por una madre que los utilizaba como arma arrojadiza y solo cuando todo terminó, me permití explicarle con detalle lo que estaba convencida que le había pasado. Lo vi llorar como un niño, me conmovió, me pregunté si hacía lo correcto sometiéndolo a aquel escrutinio pero entender cómo y cuándo había perdido su autoestima en manos de una perversa manipuladora, liberarlo del temible complejo de culpa, era absolutamente necesario para pasar página y para que no volviese a repetir patrones equivocados de conducta y recayese con otra pareja cortada por el mismo e indeseable patrón.

El 98% de las víctimas de maltrato psicológico, si no son conscientes de lo que ha ocurrido, si no lo entienden, si nadie les explica que el problema no está en ellas sino en el verdugo, REPITEN, vuelven a caer en manos de un maltratador y así hasta 3 ó 4 veces o hasta la depresión crónica o el suicidio.

El maltratador psicológico (y voy a referirme a ell@s en sentido genérico, lo que diga en adelante sobre víctimas y verdugos vale tanto para hombres como para mujeres) también llamado perverso, es un ser mediocre y con muchas carencias; de autoestima baja que suele esconder bajo una apariencia de completa satisfacción consigo mismo que a veces, raya el narcisismo; inseguro; inteligente y manipulador; que obtiene placer (incluso similar al de tipo sexual) con el destroce y desmembramiento psicológico de su víctima; que como las urracas, acuden y se sienten atraídos por lo que brilla, que escogen lo mejor de cada casa: cuanto más valiosa es la presa, mayor es el reto y la satisfacción de verla machacada.

Así que si estás en proceso de desintoxicación de un perverso, si aún corres tratando de recuperar tu perdida autoestima, recuerda que te eligió precisamente porque valías.







Pese a todo son cobardes: tantean sutilmente a la víctima, si se les resiste o se revuelve, si consideran que no podrán con ella, lo más probable es que desaparezcan de su vida de la noche a la mañana sin ningún tipo de explicación, dejando al proyecto de víctima sumida en la confusión y la melancolía por “el amor que pudo ser y no fue”. Por supuesto, sintiéndose añorados y deseados también disfrutan pero no regresarán. Tienen demasiado miedo.

Escogen víctimas valiosas pero facilongas, personas que se sienten solas o abandonadas, con autoestima precaria (por el motivo que sea), que se estén recuperando de una pérdida o un fracaso (emocional, laboral, sentimental…) y se presentan ante ellas como el príncipe azul que les proporcionará placeres y sensaciones nunca antes conocidas; especialista en decir exactamente aquello que se quiere oír, son auténticos encantadores de serpientes.

Pero… ¿Y si tu príncipe azul viniera a destruirte?

En cuanto la víctima haya superado (con nota) los primeros tanteos, pruebas en apariencia estúpidas a que el maltratador la somete para determinar la altura de sus defensas, se dedicará con ahínco a la tarea (destructiva). La dominará (y la volverá loca) con una estudiada montaña rusa emocional en la que nada se deja al azar: sus reacciones desproporcionadas, sus bruscos e inexplicables cambios de humor, sus desprecios velados, sus humillaciones en público, seguidos de grandes alardes amorosos que te hacen creer que realmente le importas… Es tan habilidoso dando vueltas a las tortillas (que nadie lo entienda en sentido literal) que después de hacerle una enorme faena a su víctima (de hecho se las hace casi de continuo) logrará que esta se arrodille y pida perdón con humildad y sincero arrepentimiento. La convencerá de cualquier cosa, la aislará de sus amigos y parientes, de todo aquel que pueda abrirle los ojos y fortalecerla y ella acabará convencida de que la única persona que la quiere de verdad en el mundo es su verdugo.

Además, pensará que es de agradecer y casi un milagro con lo poco que vale… Porque a esas alturas él ya se ha encargado de grabar a cincel en su mente “soy casi una basura, no valgo para nada, debería estar agradecida al universo de que este ser maravilloso se haya fijado en mí y me soporte”. Él no desperdiciará oportunidad de recordárselo.

Las consecuencias inmediatas del maltrato psicológico, cuando la víctima ha caído bajo el control del verdugo, son, aparte de molestias físicas palpables (dolor de espalda, de cabeza, problemas intestinales) el bloqueo y el miedo. La víctima no es capaz de tomar decisiones sin consultar (o pedir permiso) a su maltratador (tan grande es su inseguridad) y teme perderlo y quedarse completamente sola (nadie la querrá), de modo que se esfuerza en complacerlo al máximo, ignorando que los perversos son personas genéticamente incapacitadas para ser felices, que nunca se sienten plenos o satisfechos. Cuanto más empeño se ponga, más críticas recibirá del maltratador. Cuanto más destruida la vea, más placer obtendrá él, de modo que también disminuirá su deseo sexual dando como resultado, el empeoramiento de la ya casi inexistente autoestima de la víctima, que piensa que ha perdido el atractivo y por eso no es deseada.

La terrible pescadilla que se muerde la cola. Si esa espiral de destrucción no se detiene, la depresión en la que queda atrapada la víctima puede conducirla al suicidio. De hecho, las estadísticas son alarmantes. Pero nadie habla de ello. El maltrato psicológico es invisible y por eso, el gran olvidado. Me prometí a mí misma que alzaría mi voz en defensa de estas víctimas silenciosas de las que nadie se apiada, a las que nadie atiende.

Escribí “Gato por liebre”.

Me movió la intención de ofrecer una novela amable, divertida (sí, por raro que parezca te ríes mucho con ella), que no produjese rechazo ni asustase; que abriera los ojos y resultara aleccionadora sin que la persona implicada o víctima, al leerla, pasara un mal rato. Por las cartas que recibo de mis lectoras y lectores, parece que lo he conseguido. Me alegro mucho. Si cumple su función, si a una sola de esas víctimas se le cae la venda de los ojos y consigue salir de esa relación altamente tóxica, con bastante información sobre lo ocurrido como para no volver a caer en las redes de otro perverso, con el suficiente conocimiento como para reconocerl@s al primer golpe de vista, el esfuerzo de 2 años habrá merecido mucho, muchísimo la pena.

Ahora solo queda que lo juzguen ustedes. Un único ruego: si conocen a alguien atrapad@ en esta tela de araña, no se lo piensen. Recomiéndenle el libro o mejor aún, regálenselo. El gesto tendrá recompensa segura y la satisfacción infinita de haber salvado una vida.

En cualquier caso, gracias.

Edición papel: www.reginaroman.com (envío gratis)

Edición digital:



sobre lo ocurrido como para no volver a caer en las redes de otro perverso, con el conocimientola persona implicada o v e inexpl


 
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